26 de noviembre de 2012

Y realmente quiero que te rías



Te elevás al punto máximo, a ese lugar al que sólo a veces te permitís llegar; y dejas que la caída en picada te despeine. Cerrás los ojos y sentís los colores de la música en tus párpados, como pinturas todavía frescas, la textura de la humedad y el olor a amarillo, a luz, a marea baja y a roble. Te tomás un rato para no pensar y no advertir que -otra vez- cometiste demasiados errores. La caída es eterna. La caída es todo el viaje, la partida y también la llegada a destino. No hay lugar a donde ir, excepto el aire. Y está bien. Está bien.