31 de mayo de 2012

El abismo

Le diste vida a tus sentimientos, a todo aquello que no te atrevías a cargar sobre la piel, y no te diste cuenta de que estabas creando el Frankenstein de las emociones. Como todo monstruo (como todo abismo), tu moderno Prometeo se volvió contra su creador.



Necesitaba algo violento para acompañar el estado de ánimo. La mente, la música, la emoción, el monstruo.

24 de mayo de 2012

Mato por un café

Me levanto en mi primera pausa, saco un cigarrillo del bolsillo de la cartera y me dirijo a la cocina, vaso en mano voy a la cafetera... vacía.

Me la banco hasta la segunda pausa, pienso, y voy a masticarme la rabia al ascensor. Cigarro en mano, salgo a la calle. Me fumo el cigarrillo y en tiempo récord vuelvo al octavo, la cafetera sigue vacía.

Desde mi puesto veo que alguien va a rellenarla. Estoy ocupada. Empiezo a acelerar el trámite, muybuenobuenoregularmalomuymalo, el pobre tipo al otro lado del teléfono no entiende nada, pero ¿por qué justo ahora te tenés que subir al ascensor?

Flaco, no te escucho, estoy mirando cómo la cafetera se va vaciando otra vez y pienso ¿por qué rellenaron una sola? Y entonces estoy a punto de cortarte, pero ahora te escucho bien... seguramentecontinuaráprobablementecontinuarápuedequecontinúeopuedequecambie...

Si se toman todo el café los mato a todos, pienso esta vez, y me pongo de pie. Estoy en datos de clasificación y mis dedos se mueven inquietos por el teclado, ¿podés apurarte un poquito más? Vuelvo a mirar la cafetera, ya está casi vacía, pero estoy terminando... y me voy de pausa. Segundo cigarrillo en mano, me dirijo a la cocina como una flecha, susurrando "los odio a todos, manga de forros, quiero café." CompañeraDeLaburo está sentada en uno de los banquitos y se ríe cuando me ve pasar.

"Siempre está apurada, siempre pasa corriendo," le dice sobre mí a la flaca que tiene al lado. La flaca se ríe, yo paso como un bólido hacia el ascensor, finalmente con el café en la mano. Ah, dulce néctar de los dioses. El ascensor se detiene en el seis, en el cuatro, en el tres, en el cero. Salgo a la calle sorbiendo despacito y enciendo el cigarrillo. Miro la hora. Son las ocho y media.

"¡Pero la gran puta!", exclamo, y no hay nadie que me escuche. Se me terminó el tiempo de pausa.

Pero el amor café es más fuerte y al ascensor vuelvo silbando bajito, como quien no quiere la cosa.

11 de mayo de 2012

Anciano amor

Lo que presencié hoy es difícil de explicar con palabras, pero siento que quiero transmitirlo para sacarlo de mí, antes de que haga raíces y se plante en mi cuerpo y en mi mente para siempre.

13:10. Flores. Colectivo 132.

Venían sentados juntos en uno de los asientos del centro del colectivo. Yo los veía de frente porque me había sentado en el asiento que va al revés del mundo, el que mira para atrás.
Ella tenía la cabeza apoyada en el hombro de él y dormía con la boca ligeramente abierta, los anteojos oscuros un poco torcidos, el pelo entrecano totalmente revuelto. Respiraba con dificultad y tenía en la piel el color de los enfermos terminales. Escondida en el hueco entre el hombro y el cuello de él, parecía no tener edad.
Él la rodeaba con ambos brazos y viajaba con la cabeza apoyada en la de ella. Cerraba los ojos cada tanto, cada tanto los abría, miraba alrededor. La miraba a ella.

Sus ojos vivos, grises como el saco que tenía puesto, estaban llenos de tormento. Su tristeza era evidente, había cierta desesperación en su mirada. La forma en que abría los ojos, movía la cabeza y la observaba dormir cada pocos minutos, daban a entender que había algo dentro de ella que los estaba consumiendo a los dos.

Ella se despertó en algún momento. Levantó la cabeza y dijo algo en su oído. Él sonrió por primera vez y la besó. Besó su frente, sus mejillas, su boca arrugada. Ella sonrió también. Y en un instante el colectivo entero se iluminó en su amor, en la devoción de él, en la fragilidad de ella. Hablaban en voz baja mientras él le hacía caricias tiernas en la mejilla, todo el tiempo respirando de su boca, todo el tiempo demostrándole su amor. De sus ojos desapareció el dolor, se borró la angustia, y para ella era sólo sonrisas y besos.

Eran la expresión máxima del amor.

Que para el amor no hay edad, eso es algo que yo ya sabía. Pero que un amor anciano pudiera ser tan fuerte y unirnos a todos de esa manera... nunca lo hubiera creído.

Me pasé todo el viaje mordiéndome los labios mientras los observaba. Es que vi ese mismo amor en el lecho de muerte de una persona querida; reconocí esa misma devoción en un recuerdo reciente.

La chica que venía sentada al lado mío se secó discretamente las lágrimas, sin decir nada.

El flaco que iba parado al lado de ellos les sacó una foto con el celular antes de bajar. Se olvidó de sacar el flash -y ellos no se dieron por aludidos-.

Todos fuimos cómplices de la escena.

Creo que presencié una película de amor, de las buenas.
Creo que no va a haber forma de sacarlos de mi mente.

5 de mayo de 2012

Nariz

La tradición europea asocia el valor físico o moral con la virilidad ("tenerlos...", etc.) y, al igual que la tradición bereber, establece explícitamente un vínculo entre el volumen de la nariz (nif), símbolo del pundonor, y el supuesto tamaño del falo.
Pierre Bourdieu, "La dominicación masculina".

Las negritas son mías. Y son para decir: Lo sabía. ¡¡¡Yo siempre lo supe!!!

2 de mayo de 2012

Cría cuervos y te sacarán los ojos

Me decís que no ves "entusiasmo", que no ves "actitud ganadora"; y yo quiero contestarte, tengo tantas ganas de contestarte. Pero, ¿cómo te digo, sin engendrar la tercera guerra mundial, que la última vez que fui entusiasta, que tuve actitud ganadora, que llegué a casa con intención de contarte la alegría de descubrir una faceta nueva de mi carrera, de mí misma, que adoro y redescrubro todo el tiempo, vos me contestaste...

"Y aprender esa pelotudez te tomó cuatro años"...?

Si yo abro la boca en este momento vamos a tener un cataclismo. Así que mejor te dejo hablar, quejarte, decepcionarte, frustrarte; como me quejo, me decepciono y me frustro yo a través de medios más catárticos y mucho más sutiles.

En síntesis, mejor te dejo hablar boludeces, porque hace casi veintidós años que te conozco y sé que lo que te entra por un oído te sale por el agujero del culo, y estoy repodrida de que te pedorres en mi cara con el control remoto en la mano como un cetro y dando órdenes y consejos desde la comodidad de tu sillón.

Algún día voy a aprender a esquivar los cuchillos de tus palabras. Mientras tanto me muerdo la lengua y me regodeo en el sabor amargo que me queda en la boca, sabor a sangre y a rencor.

1 de mayo de 2012

Soy un bardo

La semana pasada en clase de Cultura Popular e Industria Cultural (suena a trabalenguas, pero la materia es muy copada), el profesor mencionó al pasar que la palabra bardo proviene de la cultura tibetana y se refiere, entre los budistas, a un estado de transición, un intermedio entre dos vidas terrestres. Es el período de transición entre una vida y la siguiente.

Me tomó casi una semana darle vueltas al término para comprender a qué se refiere, no en la cultura budista, que sinceramente desconozco completamente, sino en nuestra cultura; o mejor dicho, en mi cultura.

Quise aplicarlo a mi vida cotidiana, al estado en el que me encuentro ahora, y me doy cuenta de que encaja muy bien. Dentro de mi propio período existencial, estoy en el intermedio entre una época pasada que todavía no pasó por completo y el inicio de una nueva época, de una vida diferente.

Estoy pasando por una transición en el más literal de los sentidos, Transición con T mayúscula. Estoy viviendo una parte de mi vida que es una no-vida, pero tampoco es estancamiento, porque me lleva como la corriente de un río y me mueve hacia adelante, hacia los lados, hacia ni yo sé dónde, pero me mueve, me transporta, me desplaza. Salí de una vida y estoy entrando en la siguiente, todavía no llego, pero estoy cerca.

Y recién ahora entiendo que vivir una no-vida también es parte de un proceso, que no sucede por nada, que estaba destinado a pasar aunque yo intentara luchar contra eso, como todas las cosas que pasaron y me seguirán pasando.

¿Puedo decir que soy, o estoy viviendo un bardo en este momento? Sí, absolutamente.