22 de diciembre de 2012

Tengo una familia clásica que se cree moderna.

Como cuando me dieron la invitación al casamiento y las palabritas "...y compañía" parecían devolverme la mirada. Me quemaban el cerebro. La invitación era muy linda, muy avant-garde, y sigue guardada en las profundidades de un cajón lleno de cacharros inútiles. 

"No, vos no le compres regalo de navidad a nadie, somos impares."

Jo, jo, jo.

Feliz navidad. 
Atte, yo. Sí yo, la soltera.

13 de diciembre de 2012


"Si tengo un desequilibrio, es problema MIO. Y no voy a renunciar a mi identidad en pos de una normalidad que no existe y que va cambiando con el tiempo. ¡Ja...! A ustedes la historia los va a sepultar, ¿entendés? cuando se entienda que lo que vos llamás locura no es más que la manera de expresar el sinsentido que uno siente con la vida."

6 de diciembre de 2012

Tenemos un trato



A efectos prácticos es completamente inútil; pero a mí me sirvió por cinco años como incentivo o recordatorio. Está amarillo, escrito, resaltado y todo roto. Me lo quisieron arrancar muchas veces. Pero no los dejé, porque va a llegar el día en que yo misma tenga el honor de arrancarlo, hacerlo un bollito y tirarlo al carajo. No sin haberle resaltado las dos materias que faltan, claro. Hoy lo miré y le dije, en voz alta: "Bancatela un cuatrimestre más, no aflojes". Mi plan de estudios y yo tenemos un trato. Hasta el cuatrimestre que viene.

(Recuerdenme sacarle otra foto cuando me reciba)

2 de diciembre de 2012

Usado

Revolví cajones, latas, armarios, la ropa y los libros. Me metí entre las toallas, entre las plantas del fondo, bajo la cama; busqué detrás de cada cortina y barrí cada rincón de la casa entre el piso y el techo. Los confines de mi cuarto fueron testigos mudos de mi búsqueda infructuosa, saben que no me canso fácilmente. Repasé las mesas de luz, el escritorio y las alacenas, revisé bolsillos, carteras y zapatos; navegué en internet y hasta me fijé en la caja fuerte. Di vuelta la casa de adentro hacia afuera, me tanteé a mí misma como un policía, y en medio del caos me di cuenta de que no voy a encontrar una excusa para llamarte, porque tengo que superar el terror a que me digas que no, primero. De antemano te pido perdón, por si de repente te muestro los dientes: es que no estoy acostumbrada a que me sopapeen el orgullo.