Acá, disponible para trabajar de cualquier otra cosa siempre y cuando
no tenga que hacer una puta encuesta telefónica más en mi recontraputa vida.
Lo que me mata es que mi familia considera que, una vez metida en el sistema, no puedo salir voluntariamente y quedarme afuera esperando a que me llamen de vuelta para entrar.
Y ahí fue cuando
realmente entendí la anécdota del frasquito. Cordobeses de mierda...