28 de febrero de 2012

El tren que pasa y no te lleva

Llevaban más de una semana sin verse, así que de camino a su casa le compró unas flores y un bombón; no porque pensara que de esa forma podrían recuperar el tiempo perdido, sino para perfumar y endulzar aún más el momento del reencuentro. No era más que un regalo, una atención.

Cuando llegó a la puerta, tocó el timbre y atendió ella; supo que algo estaba mal. Después del "quién es", "soy yo", del intercomunicador, ella hizo un silencio largo que le provocó frío en la nuca. Sin embargo, después de unos instantes que parecieron minutos se escuchó el zumbido de la puerta al abrirse. Subió las escaleras y esperó detrás de la puerta del departamento con cara de signo de interrogación.

No llegó a comprender las palabras, aunque se esforzó por escucharlas. Ella había estirado una mano para agarrar el ramo de flores y no había tardado ni medio segundo en empezar a gritar y gesticular, pétalos coloridos de fresia regando el suelo. Él no había alcanzado a cerrar la puerta a su espaldas cuando ella lo empujó otra vez hacia el otro lado y se la cerró en la nariz con la misma facilidad con que la había abierto.

Sin saber por qué, caminó de nuevo hacia la entrada del edificio y sacó del bolsillo el bombón que le había comprado. Lo abrió y se lo metió en la boca antes de tocar la vereda.

Por la ventana del balcón del cuarto piso ella se asomó para gritarle las últimas palabras.

"¡Se te pasó el tren!"

Se encogió de hombros, estaba bien. No hacía falta tomarse ningún tren, había venido caminando.

1 comentario:

Eli dijo...

¿Vos tenés una idea de lo que te quiero, no?