11 de mayo de 2012

Anciano amor

Lo que presencié hoy es difícil de explicar con palabras, pero siento que quiero transmitirlo para sacarlo de mí, antes de que haga raíces y se plante en mi cuerpo y en mi mente para siempre.

13:10. Flores. Colectivo 132.

Venían sentados juntos en uno de los asientos del centro del colectivo. Yo los veía de frente porque me había sentado en el asiento que va al revés del mundo, el que mira para atrás.
Ella tenía la cabeza apoyada en el hombro de él y dormía con la boca ligeramente abierta, los anteojos oscuros un poco torcidos, el pelo entrecano totalmente revuelto. Respiraba con dificultad y tenía en la piel el color de los enfermos terminales. Escondida en el hueco entre el hombro y el cuello de él, parecía no tener edad.
Él la rodeaba con ambos brazos y viajaba con la cabeza apoyada en la de ella. Cerraba los ojos cada tanto, cada tanto los abría, miraba alrededor. La miraba a ella.

Sus ojos vivos, grises como el saco que tenía puesto, estaban llenos de tormento. Su tristeza era evidente, había cierta desesperación en su mirada. La forma en que abría los ojos, movía la cabeza y la observaba dormir cada pocos minutos, daban a entender que había algo dentro de ella que los estaba consumiendo a los dos.

Ella se despertó en algún momento. Levantó la cabeza y dijo algo en su oído. Él sonrió por primera vez y la besó. Besó su frente, sus mejillas, su boca arrugada. Ella sonrió también. Y en un instante el colectivo entero se iluminó en su amor, en la devoción de él, en la fragilidad de ella. Hablaban en voz baja mientras él le hacía caricias tiernas en la mejilla, todo el tiempo respirando de su boca, todo el tiempo demostrándole su amor. De sus ojos desapareció el dolor, se borró la angustia, y para ella era sólo sonrisas y besos.

Eran la expresión máxima del amor.

Que para el amor no hay edad, eso es algo que yo ya sabía. Pero que un amor anciano pudiera ser tan fuerte y unirnos a todos de esa manera... nunca lo hubiera creído.

Me pasé todo el viaje mordiéndome los labios mientras los observaba. Es que vi ese mismo amor en el lecho de muerte de una persona querida; reconocí esa misma devoción en un recuerdo reciente.

La chica que venía sentada al lado mío se secó discretamente las lágrimas, sin decir nada.

El flaco que iba parado al lado de ellos les sacó una foto con el celular antes de bajar. Se olvidó de sacar el flash -y ellos no se dieron por aludidos-.

Todos fuimos cómplices de la escena.

Creo que presencié una película de amor, de las buenas.
Creo que no va a haber forma de sacarlos de mi mente.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buenoo!!!

:)

Saludos!
Parado en el Abismo

Lunática dijo...

(Hola...permisooo)
Qué lindoooo! Por muchos más descubrimientos así en el colectivo (y en la vida!)