22 de enero de 2012

Buen viaje

Parece que estoy soñando, pero tengo los ojos abiertos. La realidad me pesa en el vaso medio lleno que tengo en la mano y en el agua fría que moja mis pies. El viento juega con mi pelo mientras me concentro intentando descubrir los secretos que quiere compartirme el mar. Las olas murmuran, allá a lo lejos, y veo los rastros del sol que empieza a levantarse con pereza, invadiendo el espacio de la luna con un brillo dorado y hermoso. Desde pocos metros de distancia me llega la risa de los amigos, que me llaman para compartir la última pitada y alguna que otra canción.

Y entonces, como quien no quiere la cosa; con la voz un poco desencajada pero rasgando la guitarra con cariño y casi devoción, los amigos se relajan sentados en la arena y entonan la canción.




Los acordes se pierden en la noche. El misterio del mar está resuelto. Veníamos a encontrarnos, a buscar la verdad. Y cuando nos encontramos; cuando por fin nos miramos a los ojos (desnudos de todo prejuicio y sin moneda que valga en nuestra escala de valor), descubrimos que no hay verdad y que no importa la mentira, porque al fin y al cabo los finales de los cuentos los escribo yo.

¡Pero qué buen viaje, che!

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